Un estruendo ensordecedor
amenazó cada uno de los tímpano
de los distraídos transeúntes
de una ciudad que perecía
en el letargo de una autoimpuesta
y característica mediocridad.
El corazón venció la inercia
de tantos días de desaceleración,
que ruido más ensordecedor,
tropecé otra vez,
otra vez la misma piedra,
que me hace caer estrepitosamente
y luego dulcemente me levanta.
Algo no humano me liga
a ese peñasco
que me provoca miedo
y que me atrae como un imán.
y aquí me tienes otra vez
rendido a tus píes
o junto a mis viejos y cansados pies.
No se si será para tumbarme de nuevo
pero aquí me tienes,
quizá sea el destino
pero cada vez que alejo de ti
mis negros y pesados calzados,
los caminos de un laberinto
al que me había rehusado,
me despiertan cuando se hace ruido,
porque contigo otra vez he tropezado.
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