Las noches adquieren una nueva calidad,
alejada del frío que castiga hasta los huesos
se viste de radiantes luces
que evidencian ocurrentes invitaciones.
Las estrellas otra vez vuelven a titilar
sin que nubes amenazantes
las extravíen de mis negros ojos.
Las galaxias se hacen cercanas y claras
sin la entrometida intervención
de algún polvo cósmico
que antiguas estrellas fugaces
me extraviaban sin perderme.
Estreno sueño de otra noche de verano,
las estrellas llegan hasta mi balcón
descendiendo en una mística danza
a través de las ramas de los árboles.
No era necesario convertirme en cosmonauta
de desconocidos espacios siderales,
el cielo se abajó hasta mí.
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